La jaula de las jirafas |Oasis

Sábado, 14:30 pm

Había ido al zoológico para ver a los animales, buscar un atajo y quizá meterse en la jaula de alguno, pensaba en la de las jirafas, eran grandes pero no parecía que la lastimarían, además si entraba con la misma discreción que los que las cuidaban no la tomarían en cuenta.

Traía su mochila no muy cargada por si acaso se daba la necesidad de correr, ahora sólo había que entrar a la jaula de las jirafas, pero para eso tendría que entrar por el laberinto de las áreas restringidas.

Tuvo tanta suerte de que ese día su padre se quedó durmiendo en casa, le dejó una nota diciendo que iba al cine y ahí estaba en el zoológico, sin si quiera preocuparse de que él la pudiera encontrar porque no saldría de casa en todo el día, lo conocía demasiado como para estar asustada.

Primero almorzó junto a la jaula de los monos, que desfilaban en sus cuerdas, y después de un largo recorrido se escabulló entre las filas de citadinos y turistas para encontrarse con una de esas puertas, pero debía de estar segura, no todas llevaban a la jaula de las jirafas y no quería terminar con los leones por error, pero cuando iba a entrar uno de los vigilantes la pilló.

"Niña, esta es un área restringida" Dijo con un toque amable en la voz.

Heather se dio la vuelta de mala gana -Me perdí -Dijo-Pensaba que por aquí alguien me podría dar un mapa o algo.... -Mintió, como lo había echo muchas veces sin sentir culpa ni miedo algunos.

"¿Cómo te llamas niña?"

-Jane -Respondió la rubia con el primer nombre que se le ocurrió, ya tendría tiempo de disculparse mentalmente con la verdadera Jane.

"Muy bien" Dijo este acercándose a la puerta donde había un cajón repleto de mapas, tomó uno y se lo dio a Heather, esta lo tomó con pocos ánimos.

-Gracias -Dijo indiferente.

"¿Podrás encontrar a tus padres?" Preguntó el vigilante.

-Vine sola, no se preocupe -Dicho esto Heather se alejó del área y al ver el mapa con un bufido de rabia notó que estaba en la entrada de la jaula de los pandas.

Luego se fue al área de comida y se tomó un helado observando el mapa, no se iba a rendir tan fácil, al menos iba a intentar entrar a las áreas "prohibidas" para echar un vistazo.

La casa se siente sola. Solamente puedo escuchar las bocinas que provienen de afuera. La cocina tiene los platos sucios, mi habitación todavía tiene la cama sin atender, el grifo del baño gotea y, en el estudio/sala de estar, estoy yo. Con las manos a los costados de la cabeza, intentando infundirme ayuda mental para poder pasar por todo lo que estoy pasando: Patologías. Patologías, exámenes y más patologías. No puedo pensar en absolutamente nada más. Llevo tres tazas de café y, aún así, no puedo hacer nada más. Me llevo las manos al cabello e intento mantener mi mente despierta, pero lo único que puedo escuchar en mi cabeza es la palabra “Freudd” y todas las cosas que no me importan ni jamás me importarán, acerca de algo que no me interesa en lo absoluto. Como odio todo esto. Quisiera poder estar tocando la guitarra, cantando, abrazada al chico más lindo que vi jamás y sintiendo que todo está bien. Pero no, en cambio, estoy aquí. Bufo y acerco mis manos a la mochila que uso para la universidad, busco el teléfono celular y lo tomo entre mis manos: “Estoy cansada, amor ):” lo envío, y cierro los ojos un instante. No puedo soportar más toda la presión de un año de estudios sobre mí. Él, en estos instantes, seguro estará estudiando en su planificada, soberbia, mundana y bohemia vida, mientras yo me retuerzo aquí, sola. “Deberías salir, cielo, ¿no hay un zoológico? Amas los animales, ¿por qué no vas?” Me está echando. Indirectamente, está queriendo decir que está ocupado, que está con otra o que, quizás, solamente no le intereso como le llegué a importar antes. “Vale.” Respondo, seca, cortante, y envío el mensaje sin más. Pero tiene razón, como todo el tiempo, tiene razón. Seguramente lo único que necesito para que mi cerebro funcione completamente bien es un respiro. Un simple, feliz y planeado respiro. Tomo las llaves, pongo el celular en los bolsillos de mi pantalón y me pongo la chaqueta. —Me voy—digo, y después me doy cuenta de que estoy completamente sola en la casa. Bufo, que idiota que soy.

Zoológico. 14;45 pm.

Cuando llego al zoológico, me emociono por completo al ver todos y cada uno de los animalitos que andan en sus jaulas, aunque es bastante, muy, triste que estén aquí y no afuera, siendo felices. De pequeña me imaginaba a mi misma allí dentro y era horrible, a veces me ponía a llorar. Claro que, por esos tiempos, tenía solamente cinco años. Le doy parte de mis manís a los elefantes, aunque explícitamente se ordena que no se haga. “I can’t let you go, can’t let you fly away” canturreo, con una media sonrisa en los labios, y escucho mi teléfono vibrar en el pantalón. Ruedo los ojos y lo tomo. “¿Estás enojada?” leo. “No” respondo “, sigue con tus cosas, ¿cuándo vienes?” presiono enviar, y me doy cuenta de lo molesta y horrible que he de ser para él. “Me puedo pasar el sábado.” Recibo, y la idea de tener que esperar para volver a encontrarme con sus brazos y apoyar mi cabeza en su pecho me resulta repugnante. Bufo, y vuelvo a guardar el teléfono. De repente, escucho el sonido que proviene de mi estómago. Incluso miro hacia delante para ver sí no es un león bebé que acaba de rugir por primera vez, pero tengo en frente a los elefantes aún. —Disculpe—le digo a un guardia. — ¿Dónde está el patio de comidas? —me señala el ala izquierda, con una sonrisa de obligación en medio de su marchito rostro. Le sonrío por igual, con la mía, que intento le den más ganas de trabajar allí, porque ha de ser horrible, y me voy acercando al patio. Encuentro que hay una especie de McDonalds y pido una hamburguesa doble y una gaseosa. Doy el dinero y camino, algo perdida, buscando un asiento. No encuentro ninguno, y me da miedo preguntarle a la gente mayor. Tengo diecinueve años por fuera y, realmente, quince por dentro, así que me resulta un poco difícil hablar con la gente que es más grande. —Eh…—me acerco a un señor, que está solo y con la mirada puesta en su pizza. Me mira, y se me hiela la sangre. Tartaumedo un segundo: —N-n-nada. —y me alejo. No iba a sentarme con él de todos modos… Puedo comer parada. No tengo problemas. Entonces diviso lo que parece mi salvación, una chica de unos trece años, o quizá menos, sentada y tomando un helado, con un mapa en la mano. —Discúlpame—le digo, acomodando mi bandeja allí. —… pero ya no hay lugar donde sentarse… Y desearía sentarme aquí. No te joderé, lo prometo. —le sonrío abiertamente, y me siento frente a ella. Comienzo a comer la hamburguesa pero, al cabo de un instante, rompo la promesa que le hice: — ¿Viniste sola?

Cuando planeaba una estrategia escuchó una voz femenina pedirle asiento, Heather asintió con indiferencia, después de todo con la mirada hundida en el mapa todos pensarían que ella es una exploradora con ganas de saber donde estaba la jaula de los monos.

Rió para sí cuando la chica le preguntó si venía sola -No en realidad, vengo con un grupo de amigos, somos exploradores y han repartido premios alrededor de todo el zoológico... tengo que buscar en la de los monos pero quería descansar un poco -Dijo, a veces le divertía tanto mentir y era tan buena en ello que nada demostraba que mentía, no había nervios, no miraba hacia ningún lugar que la delatara, podía mirar a los ojos de aquella persona a la que le mintiera y no sentiría miedo, seguiría con esa típica mirada confiada y segura.

Aunque sintió que no le convendría quiso alargar la conversación con esa chica... no era buena hablando con extraños... bueno, de por sí no era buena hablando con nadie.

-¿Y usted?, se ve joven.... ¿Viene con algún... eh... novio o sus padres o algo así? -Volvió a mirar el mapa, al parecer no mostraban más que una caseta en la jaula de las jirafas... definitivamente esa caseta le ayudaría a entrar pero... debía de conseguir las llaves para la puerta... y no sabía donde estaban.... quizá algún cuidador o guardia las tenía, ¡Eso debía de ser!, probablemente alguien vigilara la caseta y ese alguien debía de tener una llave o algo mejor... ¿Qué sería mejor que una llave?, más llaves... para más jaulas de más animales.

Heather sonrió ante su plan y dobló el mapa y le dio un buen mordisco a su helado mirando a su alrededor.... aún debía de pensar... cuando la pillaran (porque era obvio que lo harían) debía de tener una buena forma de escapar... quizá de verdad necesitara de alguien que le ayudara a escapar... miró a la chica pero lo dudó, ¿Quién querría ayudar a una niña de once años a meterse en problemas no sólo con el zoológico si no también si causa muchos problemas con los policías.

Aunque claro... siempre podía mentir y decir que entró allí por accidente... culparían al vigilante pero ese sería su problema.

Una vez más mordió el helado, aún ideando distintas formas, cada una mejor que la otra.